Rafael Vidal. La huella tras la vida, para seguir inspirando a muchas más. En la mía comenzó en la adolescencia. Él ocupó el espacio de esa figura de quien te conviertes en fan, en mi caso a raíz de sus hazañas deportivas en los Juegos Panamericanos de 1983 y sus frases en las declaraciones a los medios, que evidenciaban una personalidad fuera del muchacho común.
El tiempo pasó y el sentimiento evolucionó a admiración adulta y ser fuente de motivación para mi proyecto existencial. En el interín del andar hubo una anécdota especial, cuando estudiaba Comunicación Social en la UCV. El profesor de Periodismo Informativo nos lanza la asignación clave del curso: la entrevista de personalidad. Para mí fue un reto y oportunidad. Me las ingenié para contactarlo, y una vez concedida la cita, que tendría lugar en la pileta del Club Hebraica donde lo encontraría en rol de entrenador, fui tras el encuentro con el ídolo. Fueron dos horas de amplia y reflexiva conversa para consumar un mix de sueños: el de quinceañera y el de pichona de periodista.
La publicación de ese encuentro ocurrió 20 años después, tras su partida, cuando algunos colegas que sabían de ese texto estudiantil, me pidieron permiso para publicarla. Ayer, por intermedio de mi comadre, tuve la fortuna de conocer a Marina de Vidal, la madre de Rafael. Mi admiración y respetos para ella. Además de contarle la anécdota de aquella entrevista, tuve la oportunidad de conocer más sobre Rafael Vidal, el ser humano. Definitivamente fue un ser especial, con una enorme capacidad para conectar con el Otro y trascender en el tiempo, e inyectar energía a la vida, a pesar de las grandes dificultades. (Nota: tristemente, semanas después de ese encuentro y de escribir este post, la sra. Marina falleció tras hurto en su vivienda. Ella reiteró que nos era oportuno releer el texto legado por su hijo, llamado «La revolución del individuo«).
Eso que llamamos responsabilidad social, cuando es realmente auténtica, nace definitivamente de aquellos seres que sin tener ese propósito, inspiran y son agentes de cambio.
Comparo aquí el resultado de aquello que escribí, coincidencialmente, un 12 de febrero, pero de 1987. Fue publicada por los diario NotiTarde y Útimas Noticias, el 21 de febrero de 2005
Un medallista en ilusiones
El ex nadador cuenta su incansable camino hacia el éxito, trazado con matices de pluma, pincel y la frase de algún escritor…
Un niño de cabellos rizados, serpentinas doradas, esconde su rostro tras una cortina de lágrimas y un gemido rebelde. Las dos esferitas verdes, que separa su nariz, observan, aterrorizadamente, a una madre que organiza el conjunto formado por una toalla, un traje de baño… Sus ocho años no comprendían que de esa tortura devendría, quince años después, la satisfacción de ganar una medalla olímpica.
Rafael Vidal. Un minuto, un minuto, cincuenta y siete segundos y cincuenta y un centésimas, bastaron para colocar a un hombre en un puesto honorario dentro del deporte nacional. Tiempo que resumió jornadas de sacrificios y predestinó otras: la perenne atadura al sabor de la fama.
«Cuando tenía siete años, mi mamá tuvo la idea de meterme en un curso de natación, vacacional…» Con la espontaneidad y juvenil fluidez de su grave voz, coloca a andar el disco rayado que cuenta sus inicios en la natación. Para mayor comodidad ofrece sostener el mismo grabador, al cual a veces acercaba su rostro, divertidamente, jugando a ser locutor. La mirada se perdía de vez en cuando en detallar los movimientos de un grupo de pre-adolescentes que se deslizaban en el agua. Los estaba entrenando.
Se acabó ese cursito de verano, pero yo pasé a un nivel superior, un poquito más arriba de dónde estaba. Con eso tuve un estímulo y seguí nadando. Y así como son las cosas, te vas envolviendo… te vas envolviendo. Me destaqué un poquito, fui a un nacional, pasé a un nivel más arribita y de repente, comenzaste por un cursito de dos meses y a los quince años de eso te ganas una medalla olímpica…
Tres lustros de entrenamientos y del constante deseo de retirarse. Nunca se sintió presionado para continuar en la natación. Sólo cuando tenía ocho años y comenzaba su primer entrenamiento serio, le lloró a su mamá, al no resistirse esa rigidez, pero eso duró pocas semanas, hasta que se hizo amiguito de los otros niños. También, a los doce años, pensó en el retiro cuando se encontró en la situación de que los entrenamientos no se adaptaban a su horario. Pero Alfonso Victoria lo llamó y, junto con otro grupo de muchachos, formaron el equipo del Colegio Santiago de León, donde estudiaba.
Cuando compitió en las Olimpiadas de Moscú, luego de haber obtenido el décimo primer lugar en su estilo, pensó en retirarse otra vez. Aunque sus padres apoyaron esa decisión, se quedó, y de alguna u otra manera su aspiración era la presea olímpica.
UN ENTRENAMIENTO MILITAR
Al preguntarle por sus añoranzas de aquellos días de nadador, piensa un poco. El hombre de franela beige con tonos pastel que la surcan tres veces a la altura del pecho y de pantalones de pana azul marino, adopta un tono serio, menos informal, se endereza…
Sí. Claro que extraño esos días, porque ya no estoy nadando activamente. Pero si te refieres a aquel que fue buen nadador, no, porque yo todavía soy aquel.
Esto es un poquito esotérico, porque esos niños que tú ves ahí no se dan cuenta de lo que significa eso- Hace un silencio y recuerda luego su etapa de nadador en Greensville, Estados Unidos, cuando formaba parte del equipo de la Universidad.
El entrenamiento era tan rígido y la forma de vivir era tan estricta, que yo dejé de pensar en muchas cosas. La natación era para mí como un trabajo, me quitaba seis horas al día, además que tenía una responsabilidad increíble como nadador. Imagínate, el entrenador era tan estricto de esos de los que es lo que él dice y más nada, sin preguntar dos veces. La natación era para mí la búsqueda de nuevos límites, de la mente y el cuerpo. De la mente porque era increíble la cantidad de dolor y angustias que soportábamos en ese equipo. Del cuerpo porque me encontraba en una condición física insuperable. Ahora no hago ni la mitad de lo que yo hacía.
Esto que te digo me marcó de tal forma que yo sé que puedo soportar una gran cantidad de situaciones; porque si yo sobreviví a esos cinco años allá, puedo sobrevivir a cualquier cosa.
Cuando Rafael Vidal habla se entusiasma tanto que poco a poco va enredando otros temas. Al darse cuenta se detiene, sonríe y pregunta «¿por qué te estoy contando todo esto?»
MEDALLAS CON SABOR A GALLETA
El haber ganado una medalla olímpica tuvo para él una influencia sicológica, una parte de sí se sentía realizado. «Aunque te confieso que mi idea era ganar el primer lugar, así fuese el tercero en el mundo. Nadie ha nadado tan rápido en la historia, en esa prueba, como nosotros tres».
«No fue una satisfacción completa, pero si yo me hubiese satisfecho totalmente quizás estuviera siendo un mediocre, porque así no tendría por qué esforzarme más».
Sin terminar de preguntarle el número de medallas que tiene, ya está riéndose.
Es increíble. Me tengo que sentar un día a contarlas, pero deben estar entre las trescientas y cuatrocientas- hace una pausa y agrega- No me creerás si te digo que las tengo dentro de las latas de galletas, de esas cajas redondas, que son bonitas- con la mano dibuja en el aire el círculo- Mi mamá hace poco colocó en dos corchos algunas de ellas… y uno de ellos del peso se fue para el piso. ¿La olímpica? Esa la tengo guardada dentro de una gaveta, para que veas qué modesto soy…
EL COMPROMISO DE UNA IMAGEN
Esa noche del tres de agosto de 1984, Rafael Vidal hizo gritar de emoción a todos los que lo vimos en la pantalla del televisor cómo ganaba el tercer lugar, que pudo ser el segundo si el alemán (tamaño Gulliver) se hubiese cortado el brazo. El sexto venezolano en ganar una medalla olímpica en la historia disfruta y padece, inmediatamente, el sabor de la fama.
El que diga que no le gusta la fama es un mentiroso. La meta de todo ser humano es el reconocimiento. Eso es como a los tipos que se miran en el espejo y dicen qué malo es estar tan bueno! – infla el pecho, alza los brazos y los dobla sobre los hombros, imitando la postura de quien se alaba frente al espejo.
– La fama me encanta, a pesar de que implica muchas responsabilidades. Uno tiene que cuidar su imagen, si es positiva, y más si con esa imagen ayudas a la gente, sobre todo dando un buen ejemplo a los niños. Y sin embargo ves que todos los días hay gente que hace lo contrario. Acabas de verlo en el Congreso, con los Diputados.
– Claro, también llega un momento en que fastidia. Luego de los Panamericanos el teléfono repicaba en mi casa sin parar, desde las ocho de la mañana, hasta las once de la noche. Incluso, hace apenas unos seis meses fui a una Tasca y… entrar y que todo el mundo me mirara, fue una sola cosa. Casi dejaron de bailar tampoco la nota es así!- exclama como si estuviese asfixiado.
Es un muchacho muy bromista. Rememora la cuña de la tarjeta de crédito, y dice que todo el mundo la confunde con la de «¿Usted me reconoce?», pero en realidad es la del «pasaporte al éxito».
ADIOS A LAS AGUAS
«Yo me retiré, al contrario de lo que muchos piensan, a su debido tiempo. No fue un retiro rápido. Después de las Olimpíadas nadé un año más, con mi equipo de la Universidad, más que todo por un compromiso moral».
La seguridad de sus gestos y de sus palabras reafirman el contenido del mensaje. Cuenta como razones de su retiro los pocos beneficios que iba a obtener si seguía en la natación. Arriesgarse no valía la pena. Además, su próxima graduación de Administrador de Empresas, mención Computación, y la muerte de su padre a los dos meses de las Olimpíadas, le sugerían volver a casa.
MIEDO
– ¿Llegaste a sentir miedo?
– Sí. Siempre -no vacila al contestar- Es el miedo a la incertidumbre. Sobre todo en una competencia. Es el sacrificio de fiestas, tiempo… Es el empeño y todos esos quince años se resuelven en segundos. Es resolver tu vida en segundos.
¿AMISTAD? UN ARTE
Rafael Vidal, a pesar de ser muy extrovertido y llevársela bien con todo el mundo, en general, considera que tiene muy pocos amigos.
– ¿Amigo? Amigo es muy difícil de ser y de encontrar ¿sabes? Yo los tengo incondicionales, el amigo de natación, el de la escuela, la Universidad… Casi todos son mujeres ¿Las mujeres? Me las llevo excelente. Me encantan.
De su amistad con Alberto Mestre, dice que poca, sólo un producto de los medios de comunicación. Aunque esporádicamente se ven, no hay alguna rivalidad. Son de vidas muy opuestas.
SENSIBILIDAD PURA
El actual Analista de Sistemas del Departamento de Computación de Lagoven tiene una agenda tan apretada, como en sus días de mayor popularidad. El tiempo lo distribuye entre la oficina, la piscina del Club Hebraica (entrena a los próximos competidores de los Panamericanos Hebreos) y el karate, cinta blanca, por ahora.
Es una persona que nunca está sin hacer nada.
«Me gusta pintar, la música… escribir… Soy muy tímido, reservado, en cuanto a estas cosas. Toco guitarra, pero me da pena que me vean. Escribo alrededor de frases que me gustan, pensamientos, un par de canciones, narrativa… un cuentito. No lo enseño porque es algo que me nace profundamente y que lo escribo de un modo complejo, con muchos simbolismos. Por eso no me gustaría que alguien lo leyera y por no entenderlo, no lo pueda apreciar, sino más bien con quien lo entienda. Si no lo puedes compartir conmigo, no mereces leerlo».
Y luego de tan inspiradas frases, se detiene un momento y dice, para luego echarse a reír «Está muy fuerte lo que dije».
«Me encanta leer. Ahora casi no tengo tiempo. Fíjate, cuando estaba en Greensville gasté más de 200 dólares en libros. Me encanta leer sobre Teología, el budismo, el shintoismo, me fascina la forma de ser de los japoneses. También leo la Biblia».
«No me gusta la narrativa de Gallegos y cosas por el estilo. Pero sí otros como Cortázar, Aquiles Nazoa. Julio Verne también me ha impactado mucho». La pasión por la lectura le impregna el rostro de un expresivo y refrescante intelectualismo. Es tan importante para él que su vida se rige por las frases que más le impactan de cada libro.
LAS FACILISTAS NO SON DE QUESO
La pregunta siguiente avivó el lado crítico-sociológico de Vidal: ¿Qué le criticarías tú a la juventud venezolana?
Tardó un rato en contestar, empezó pausadamente y luego acrecentó la rápida marcha de palabras y frases.
«Hay muchos jóvenes en Venezuela que trabajan por algo. Los movimientos literarios, los dedicados al plano científico, el deporte… Hay mucha juventud que lucha, pero por desgracia la mayoría es la que no lucha, la que cae en el facilismo; y el facilismo, los facilitas, no las cositas esas de queso -acota sonriendo -es una cuestión que yo critico en demasía. El que no sacrifica no gana nada, y el que no trabaja y no se esfuerza no logra nada».
«Me enferman las personas que pasan los exámenes con Diez -se inclina hacia delante y pasa inquietamente las manos por su cabello- Tú tienes que luchar por ser el mejor, y si no lo eres, no importa, pero estás luchando!» Sus palabras se empujan unas con otras, entre ese subido tono de gravedad y rapidez.
De igual modo critica al país, lo considera un caos causado por el afán de los partidos políticos y sus líderes, quienes no quieren abandonar el poder. Le «enferma» también el anti-patriotismo de la juventud y del venezolano en general. «Si yo fuese Presidente reorganizaría todo esto, rodeándome primero de gente capaz y que confíe en mí».
Este Rafael Vidal filósofo no admira a alguien especial. Le parecen genios Da Vinci, Miguelangel, Galileo… Tal vez porque quisiera ser tan polifacético como ellos. El aún no se siente realizado.
Y al final, la pregunta que resume todo: ¿Qué es para ti la vida?
Se inclina hacia delante, apoya el codo sobre la rodilla izquierda, el rostro sobre la mano, y los lentes, la mirada, casi en el vacío.
«La vida es sólo una ilusión…»
NOTA DEL EDITOR: Esta entrevista fue realizada en Caracas el 12 de febrero de 1987 por la Lic. Xiomara Y. Zambrano, egresada en 1991 de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela
ver enlace en: http://historico.notitarde.com/2005/02/21/deportes/deportes22.html