Los principales retos y desafíos para la gestión de la responsabilidad social en Venezuela son de índole moral y emocional. La incertidumbre desborda, alimentando un grave déficit de confianza
Para aproximarnos a los desafíos para la gestión de responsabilidad social en Venezuela, comenzamos por reiterar algo que solemos enfatizar en nuestras clases. Formalmente, en nuestro país ser socialmente responsable es un imperativo, no un acto voluntario o de convicción de conciencia. El artículo 2 de la Constitución aprobada en 1999 inserta el término en la definición de la República al decir que: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y Justicia que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia y la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Es decir, se define como una nación con altos estándares éticos, a los que se suma lo mandatorio del comportamiento solidario, de acuerdo al artículo 153 y del cual derivaron innumerables leyes con fines sociales o de bienestar, parafiscales muchas de ellas.
Sin embargo, el resultado deseable a partir de la Carta Magna, es bastante cuestionable.
Tal obligatoriedad, probablemente, no era necesaria. La responsabilidad social, para la empresa privada venezolana, comenzó varias décadas atrás, mucho antes de los primeros avances de la ONU con la conformación de las Metas del Milenio, o de la creación del Libro Verde por las naciones europeas. Ya en los años 60 los gremios y consorcios empresariales en Venezuela daban cuenta de iniciativas y alianzas innovadoras, como lo fue el nacimiento del Dividendo Voluntario para la Comunidad, por ejemplo, además del surgimiento de innumerables fundaciones de alto impacto.
Avances en lo técnico, rezago en lo esencial
El saldo en la gestión de la responsabilidad social en la actualidad, en Venezuela, es positivo desde la perspectiva técnica. No por la urgencia de acatar nuevas regulaciones, o por presiones ideológicas, sino debido a la necesidad de armonizar con la creciente evolución del tema. Forma parte del quehacer corporativo global, ameritando conocer y aplicar sistemas de gestión o indicadores para el monitoreo y medición, así como nuevas prácticas influenciadas e inspiradas por consensos internacionales tales como el Pacto Global y el Foro Económico Mundial, entre otros. La gestión de la responsabilidad social o corporativa, aunada al concepto del desarrollo sostenible, se fue internalizando en el mundo de las empresas, ocupando un espacio relevante en las respectivas estrategias de negocio, bien sea para su fortalecimiento local, o para su interconexión con otros mercados. Esto último, especialmente válido en las compañías multinacionales que operan en el país, las cuales responden a estándares y códigos establecidos por sus casas centrales.
Estudios que se han dedicado a evaluar y hacer seguimiento cuantitativo al tema, entre ellos el de PwC Venezuela, muestran una creciente profesionalización del área, así como la disposición de los negocios a hacer de la inversión social un componente estratégico en la vinculación con sus grupos de interés clave: trabajadores y comunidad vecina. La gran barrera se halla principalmente, según indican las exploraciones, en la insuficiencia de presupuesto.
Esto último probablemente se agrave, como consecuencia de una economía signada por altos índices de inflación, aunada a otros indicadores relevantes que evidencian una aguda situación de crisis de amplio espectro, sin precedentes en la historia del país. La sobrevivencia se impone.
Merma la disponibilidad de recursos para iniciativas de responsabilidad social, al mismo tiempo que se profundiza el deterioro de la calidad de vida del venezolano (Encovi, 2016). Otros estudios indicaban para el 2016 el 82% de las preocupaciones del venezolano giraban en torno a la alimentación.
Ante ello ¿es posible todavía hablar de gestión la responsabilidad social en Venezuela? ¿Cuáles son los desafíos hoy?
Es compleja la respuesta. En la mirada y toma de decisiones en materia de responsabilidad social, se necesita tomar en cuenta cinco grandes vertientes:
- Mayor pericia para abordar, estratégicamente, la tensión organizacional producida por los dos extremos de la polaridad: “atender urgencias”, para la resolución inmediata de necesidades humanas básicas, que de no socorrerlas el riesgo es la pérdida de vidas. Y en el otro, seguir avanzando en la inserción del negocio en el campo de la innovación para el desarrollo sostenible y el valor compartido. En Venezuela las empresas tienen como preferencia la realización de proyectos de responsabilidad bajo la modalidad de ejecución propia; sin embargo, será esta la ocasión de comenzar a identificar aliados, en la vía de concertar esfuerzos. Aliarnos para ser más efectivos.
- Acento en el impulso o reforzamiento de prácticas de solidaridad, humanitarias, con el involucramiento de consciente de los trabajadores de
las empresas. Se trata de inducir a la participación en causas y pequeñas acciones, a favor de sus compañeros de trabajo, sus familiares o de terceros, en las comunidades. En la reconducción de estrategias y planes, para atender las urgencias, puede incorporarse esa participación. Esa actitud solidaria abarca el organizarse para dar conocimientos prácticos, apalancadores.
- Llamado a la diáspora. Son numerosos los casos de quienes deciden irse del país, pero desean cooperar de alguna u otra forma, una vez estables en sus nuevos destinos. Existe un alta cantidad de emprendedores con capacidad para articular o aportar a iniciativas u organizaciones o agrupaciones civiles, cuyos proyectos y prácticas sean creíbles, transparentes, con resultados evidenciables.
- Empoderamiento del individuo como ciudadano. Es una urgencia postergada, un cambio cultural amparado en el sujeto en su rol de agente de cambio, con claridad, consciencia de sus deberes y derechos, así como la fuerza de cooperación con el resto de los actores sociales. Esa noción, para ser realmente transformadora, requiere en el ciudadano la capacidad de aceptar, de comprender también el valor de la libre iniciativa como fuente de progreso y bienestar. Defender la significatividad del concepto empresa, desde el pequeño comerciante hasta un consorcio multinacional.. Si no existen negocios prósperos, innovadores, ágiles, en un contexto facilitador de crecimiento y oportunidades, es imposible avanzar en firme hacia otros estadios de desarrollo sostenible y compartido.
Las empresas pueden aportar, dentro de sus propios espacios, apoyándose si es posible con organizaciones civiles, en esa dimensión. Es esencial para la evolución de una sociedad.
- Sumar herramientas para la fuerza moral e inteligencia emocional. Conecta con el punto anterior. Se trata de combinar ética, por una parte, y ser resiliente. Los negocios son escuela de valores, desde el más grande al más pequeño, si se cuenta con líderes y mentores con voluntad de modelar una conducta ética y el descubrimiento de oportunidades cuando abunda la desesperanza. Esos modos de aprendizaje influyen en el fortalecimiento personal, entendiendo que sobrevivir no significa destruir o minimizar al otro. Por el contrario, vivir la experiencia del crecimiento interno en medio de la adversidad, de las pérdidas materiales, afectivas, relacionales. Enfrentando la animalidad, se crece.

Los principales retos y desafíos para la gestión de la responsabilidad social en Venezuela son de índole moral y emocional. La incertidumbre desborda, alimentando un grave déficit de confianza, en la gran mayoría. Se resume en la necesidad, como sociedad, de transformar paradigmas en la relación del hombre con sus semejantes. De superar la negación del otro y la concepción de riqueza. Ayudar a la gente a encontrar su propia riqueza interior. Superarnos a nosotros mismos y hacernos responsables de nuestras decisiones, para convertirnos en “antenitas de conciencia”, afectando positivamente al entorno.