La RSE en el modelo del negocio

¿Cuál es el referente para identificar dónde se encuentra un negocio en materia de responsabilidad social?

Cuando en una organización se requiere incursionar en esa dimensión o darle coherencia y estrategia a lo que ya se realiza, el modelo de Marvin y Googins (2004) permite situar el nivel de evolución en el tema. Incluso facilita la aproximación a un balance entre expectativas y el tipo de gestión a desarrollar.

El origen o causa de la decisión de iniciar la ruta de la RSE probablemente no sea el que aparenta ser en un primer momento y puede subyacer una historia de epifanía o revelación divina a la persona que lidera la organización en la necesidad de corresponder a la sociedad y hacer el bien, una carencia reputacional o una estrategia comercial.  Puede ser factible, especialmente si se hurga en la historia de las empresas familiares, que la pérdida de un ser querido o la experiencia de la cercanía a la muerte sea la motivación para abanderar una causa o fundar una ONG bajo el paraguas corporativo.

En ese caso estamos hablando del modelo clásico de la Responsabilidad Social, de orientación filantrópica, con la relación donante-beneficiario y con el explícito propósito de sumarse al espacio del bienactuar o goodwill. Indudablemente tiene efecto positivo en la reputación, ya sea personal o corporativa, amén del impacto en quien recibe la ayuda. Esto aplica tanto si la empresa gestiona su modelo de responsabilidad social con un enfoque propio, dirigido por una instancia interna o departamento especializado para tal fin, o si se apoya en una fundación, propia o aliada.

Aunque ese modelo, propio de los niveles básicos en la gestión de la RSE aún abunda, ha ido evolucionando hacia otros enfoques. A partir del concepto de sostenibilidad, y posteriormente con la Teoría del Valor Compartido nacida en la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard (Kramer y Porter, 2011) la internalización del concepto de aportar a la sociedad desde lo que se sabe hacer, se fue extendiendo. La incorporación de todas las partes interesadas en la creación de valor a partir del eje productivo medular del negocio, representó una interesante transformación del tema y del capitalismo en sí mismo, con énfasis en la articulación de los distintos componentes de la cadena de producción, incluyendo el consumidor.

El capitalismo de las partes interesadas o Stakeholder Capitalism (Schawb, 2021) es un modelo que propone una serie de principios empresariales para crear valor, con perspectiva de globalidad e integración. El fundador del Foro Económico Mundial lo lidera después de acuñar el término Cuarta Revolución Industrial para proponer una perspectiva de comprensión de la sociedad actual, en su dimensión socioproductiva. Y a raíz de la pandemia esa propuesta se ha fortalecido como eje del llamado ¨Gran Reinicio¨ (Great Reset), dentro del cual se promueven 4 pilares de acción y medición de impacto que deben estar presentes en todo negocio: gobernanza, sociedad, ambiente y pobreza.  A su vez, se conciben 4 grupos de interés clave (gobiernos, empresas, sociedad civil y comunidad internacional) y 4 objetivos centrales en cada uno de ellos: prosperidad, beneficios y creación de valor, propósito y paz.

Existe coincidencia de ese modelo con el que los negocios desarrollan a partir de los criterios ESG (Environmental, Social and Governance) o ASG en español. Aunque ya existían, la COVID-19 aceleró su presencia. Ellos implican un avance en materia de sostenibilidad al tomar sus tres pilares (Ambiental, Social y Financiero) e incorporar activamente a los Consejos de Administración en el tema y muy especialmente instar la alineación de las compañías para la materialización de la sostenibilidad en la estrategia de negocio. El modelo ESG impulsa la elaboración de informes no financieros con capacidad de hacer evidente la veracidad de las prácticas que se realizan en esas tres áreas y contrarrestar el llamado ¨Greenwashing¨, así como visibilizar el retorno de la inversión en sostenibilidad y la gestión del riesgo de cara al cambio climático.

La complejidad del levantamiento y procesamiento de los datos para tal tipo de reportes acentúa una faceta técnica especializada, dado el necesario rol de un auditor externo en el proceso. Las llamadas ¨Big Four¨, firmas de alcance global han estado abanderando la producción de contenidos y documentación que permita la comprensión del tema.

Se trata de un paradigma que invita a los negocios a reinventarse y colocar en el centro de su estrategia el propósito de crear valor para la sociedad, para el accionista, para el medio ambiente, siendo además rentable. Que cada negocio se transforme, pueda medir su impacto y así rendir cuentas, en forma verificable o auditable, a la sociedad es el norte del reporte con criterios ESG. Y este tiene el cariz de cumplimiento de normativas tales como las establecidas por la Unión Europea y que revisten de obligatoriedad para las empresas de gran tamaño.

Una variante afín es el Sistema B, orientado también a hacer que la buena voluntad sea negocio y que sea parte una nueva economía, a partir de la definición de un propósito, concretarlo y dar cuenta del mismo mediante la evidencia y la legitimidad. Una empresa B no se autodenomina así tiene que ser certificada como tal, es aquella que es evaluada según su impacto social y ambiental.

Por tanto, el conocer estos conceptos es un punto de partida para conectar con la pregunta inicial, necesarios de abordar para tomar decisiones iniciales. Las rutas en materia de un comportamiento empresarial o corporativo responsable no son las mismas en cada modelo, ni son factibles de aplicar en todos los negocios. No obstante, en el fondo los distintos enfoques o esquemas se conectan de alguna u otra forma con el principal modelo global de gestión y operacionalización del bienestar para la toda la Humanidad. Nos referimos a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Desde nuestra perspectiva, de acuerdo a la complejidad y al tipo de empresa, de su alcance, su contexto, su evolución, sus propósitos y sus posibilidades, lo más importante es transitar en el bienactuar y dar cuenta de cómo lo articula, porque la sociedad también avanza y exige más transparencia.

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