Se han creado indicadores para establecer estándares e índices de cumplimiento o progreso en materia de responsabilidad social para las organizaciones. ¿Puede medirse de igual manera la acción individual?
La responsabilidad social es un término cada vez más usual en el ambiente empresarial, con sentido transformacional. Lo es tanto por razones de supervivencia propia -característica sine qua non de todo ser vivo- y de necesario acoplamiento a un metasistema mayor llamado sociedad. Y ésta también posee una dinámica de orden autopoyético y comunicante, rasgo ampliamente tratado en la Biología del Conocer de Humberto Maturana y por la Teoría de los Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. La responsabilidad social representa un estadio pre-paradigmático en la fenomenología social, y eso lo aleja de la estructuración de una única vía o manera de hacer las cosas técnicamente correcta y lineal, porque puede comenzar en una incipiente inquietud personal.
Formas simples, formas complejas
La gestión de Responsabilidad Social Empresarial, RSE, involucra un sistema complejo con la intervención de una serie de elementos conectores, de múltiples relaciones entre los actores y los procesos, además de otros factores, y especialmente la posición de un sujeto líder. En el caso de los empresarios con inclinaciones personales hacia el activismo o la solidaridad con el prójimo, las formas del quehacer en la responsabilidad social no se subordinan necesariamente a parámetros alineados con una estrategia o filosofía de negocio. Y mucho menos con la intención de comunicar tales sus decisiones y acciones sociales a sus relacionados inmediatos como los trabajadores y clientes o la comunidad empresarial. Un empresario es un agente de cambio social no necesariamente consciente de esa función. Simplemente, ocurre, en cualquier tipo de actividad económica, de espacio territorial y de tamaño del emprendimiento. La permanencia de una actitud favorable y tangible en materia de acción social puede dar paso, en el tiempo, a otras formas elaboradas y sistematizadas de operación en ese campo, así como la comprensión del impacto de sus decisiones y su nexo con la RSE.
En Latinoamérica la visión o estudio del empresario como promotor de la responsabilidad social y el desarrollo sostenible ha ocupado –y ocupa– la atención de distintos instancias. Cabe citar el aporte del profesor de Harvard, James E. Austin en la II Conferencia Interamericana sobre Responsabilidad Social de la Empresa (BID, 2004) al proponer tipologías que al combinarse hacen de una persona un emprendedor socialmente responsable. Ocurre cuando junto con sus equipos de trabajo asume uno o más de siete roles esenciales:
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El abanderado: Lidera la causa de la RSE y crea un ambiente que apoya y respalda a los demás miembros de la empresa
- El comunicador: Sienta las bases y diseña las estrategias necesarias para aplicar la RSE de una manera continua, coherente e inspiradora
- El creador: Encuentra nuevas estrategias y genera acciones que permitan superar las barreras y avanzar hacia soluciones de RSE novedosas y eficaces
- El catalizador: Es precursor y proveedor de los recursos necesarios para hacer avanzar la agenda de la RSE
- El colaborador: Combina sus esfuerzos con los de otros sectores, tanto dentro como fuera de la organización, para lograr que la RSE sea relevante y efectiva en las agendas de todos
- El coordinador: Asegura que se capturen las sinergias de los múltiples esfuerzos y entidades
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El calculador: Considera cuidadosamente los costos y beneficios de las acciones de RSE y el ritmo al que la organización puede absorber cambios significativos.
La identificación de un individuo en una o varias categorías permite establecer oportunidades o puntos de partida para la aplicación de tácticas y estrategias de conexión y relacionamiento -sobre la base de la comunicación- que agreguen valor a un proyecto con potencial impacto social. Por ejemplo un empresario con usual tradición como donante de recursos financieros para una actividad benéfica es un catalizador, un filántropo, al cual el destino de los mismos debe estar muy visible desde el inicio del contacto, así como una clara visión pública de los resultados, una vez cerrado del ciclo de la intervención social. En cambio un empresario coordinador necesita una visión clara de los sujetos implicados en una acción, instituciones representadas y los elementos de interés común que hagan factible un sentido de beneficios compartidos.
- Dar el pez o enseñar a pescar. El impulso a ese cambio es parte de la trasformación positiva en la vida de Otro ser humano y evidencia la voluntad personal, de un empresario (hombre o mujer), en el sendero de lo social.
De la evidencia social al balance de vida
Hasta el momento no existen indicadores o un criterio único para calificar a un hombre o una mujer de empresa como socialmente responsable. Sin embargo, en mi experiencia, tras muchos años de cercano intercambio y observación de las acciones y cualidades de muchos líderes o fundadores de empresas familiares, multinacionales y multilatinas, propongo algunos elementos, que van mucho más allá de la magnitud financiera de su acción. Ellos son:
- Se evidencia en su trayectoria una posición, una filosofía propia, afín con la responsabilidad social, el desarrollo sostenible o el valor compartido.
- Su sistema personal de ética y valores tiene eco en el modelo y la cultura del negocio.
- Lidera la conducción, implantación, fortalecimiento o consolidación de la RSE en su empresa.
- Hay indiscutibles muestras de sensibilidad, disponibilidad y compromiso con la resolución de carencias o rezagos sociales y ambientales, especialmente dentro del territorio impactado por sus negocios.
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Se cultiva, al mismo tiempo que inspira a sus pares a aprender e innovar en materia de RSE.
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Practica e impulsa la escucha activa, especialmente con quienes representan a los grupos de interés o stakeholders del negocio.
- Valora y procura el entendimiento basado en la aceptación de las diferencias, con fomento a construir espacios para el ganar-ganar (empresa-sociedad) y visión compartida.
- Promueve alianzas trisectoriales (empresa, gobiernos, sociedad civil) y teje redes de cooperación con sus pares.
- Como ser humano da el ejemplo en el respeto de la libertad, creencias, valores e ideología de las personas beneficiarias de las iniciativas o programas que respalda o promueve.
- Impulsa la transparencia y el dar cuenta de las acciones de sus negocios, incluyendo la aplicación de estándares en la elaboración de memorias o balance social.
Hay otra forma, mucho más sencilla aunque algo compleja de medir: la rendición de cuentas de cada quien consigo mismo, al final de sus días, tal como lo expuso el también académico de Harvard Clayton M. Christensen, en su artículo How Will you measure your life? (HBR, 2010) Cuántos corazones, cuántas vidas fueron tocadas, para bien, es probablemente el balance final de vida más cercano a la calificación como empresario auténticamente responsable.
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