En la búsqueda de posibles pistas para construir el sentido de la acción social del comerciante, fue interesante hallar su especial disposición al magisterio. No en el sentido literal de quien hace de la academia su modo de vivir. Hablamos de esa vocación innata o espontánea de aportar un granito de esa arena llamada conocimiento, destreza o sabiduría, para mejorar la vida de otro. Abundan ejemplos en la historia de la humanidad, como por ejemplo, el de los fenicios.
La acción de enseñar y formar es parte del oficio de este actor social. Tiene rol de maestro porque el explicar es parte de su razón de ser. No se reconoce como tal, por contextualizar ese concepto en el ámbito académico formal. No obstante, al narrar su vida se evidencia la práctica de enseñar al otro, incluso trasciende las fronteras del propio negocio y se convierte en atributo de personalidad, ejecutándolo inconscientemente.
Esta condición implica el considerar necesario transmitir conocimiento, y hacerlo. Siempre desde su empresarialidad, aún sin considerarse como un empresario socialmente responsable. Nace así el interés por dar, por legar ese aprendizaje práctico que se ha adquirido en el tiempo, y evitar a otros los tropiezos de la formación empírica o autodidacta que signó su historia personal. Incluso, se internaliza esa condición cuando se es comerciante de segunda generación.
Mi papá era de los que se sentaban y comunicaban una idea compleja, de la forma más sencilla del mundo. Mira vale tu compras esto, y lo tienes que vender más caro porque si no es más caro entonces no tienes con qué pagarle a los empleados. Y si no, no tienes como poder volverle invertir a la empresa. Esas cosas. Ideas simples
Las formas y recursos para ese “sub-oficio”, varían. Dentro del negocio se recurre a las charlas breves en grupos pequeños, conversaciones privadas, sistematización de ciclos cursos sencillos que se dictan dentro de un cubículo. Los temas son de distinta índole, y van desde la actualización en el uso de software y herramientas tecnológicas, como características de nuevos productos, valores humanos, atención al cliente, salud y en menor grado, temas reflexivos y orientaciones específicas en casos particulares que se tratan en privado. Los recursos didácticos son sencillos, propios de su experiencia y dominio, incluyendo el uso de metáforas o la graficación de situaciones que faciliten la comprensión del mensaje. La expresión más simple de esos hábitos no formales o sistematizados de formación al otro, es la conversación introductoria cuando se contrata a un trabajador, entendida como el “leerle la cartilla”, y cuyo significado es transmitir oralmente un sencillo código de conducta y deberes propios de su rol.
Cien por ciento el respeto ante todo. La honestidad, si no, no seríamos nada. Converso, es mejor que leerles la cartilla.
Esta intención de orientar, formar o transmitir, si bien es coincidente, tiene un sello propio de la personalidad y proyecto de vida de cada sujeto y si se tiene formación académica de tercer nivel, hay una mayor inclinación a valorar y practicar la enseñanza.
Ese ejercicio no consciente de un sub-oficio no sólo se desarrolla en el negocio. Si hay conexión con otras personas con intereses similares en lo que respecta a capacitación y formación, puede incorporarse a iniciativas como instructor de cursos fuera de la empresa o conferencias a grupos a través de participación en foros y otros espacios públicos con la intención de divulgar, formar o influir a otros en temas socioeconómicos. En este particular, la vocación de evangelizar para impactar a otros e incentivarles a reflexionar, se ha asumido en forma consciente tiempo después, incluso al observar a antiguos empleados en su rol emprendedor.
Yo era el encargado de dar las clases o buscar los libros para dar las clases con relación al buenos días señor, buenos días señora, cosa que también es muy importante para este negocio más allá de saber de pinturas y de esas máquinas pero… Yo me ponía dar mis charlitas
Esta cualidad conecta al sí mismo del comerciante con el Otro, como su elección de apertura, en el sentido de Levinas. Se aproxima, se abre y se establece un estar y un para. No con la idea del bien desinteresado porque esa provisión de conocimiento puede tener un propósito instrumental: el desempeño correcto y confiable. Siendo así, subyace un sentido de «salvación» o sozein (Foucault) anticipada al perseguir el sostenimiento o perfectibilidad de un sistema (el negocio). Sin embargo, aún siendo un acto de corte utilitario, en el magisterio no consciente de un comerciante la singularidad del ser adquiere sentido ante el despojo de si –e incluso el disfrute consciente del sí mismo en ejercicio de maestro– como acto voluntario de exposición desinteresada y sincera hacia el otro a quien transmite o transfiere elementos de su interioridad, incluyendo capital intelectual.
La noción de comerciante como maestro integra esa cualidad de ser un alquimista en dos dimensiones, y que es ampliada en El Comerciante:Actor clave en la transformación social. Un estudio que aborda el nexo entre Responsabilidad Social y Responsabilidad Individual
[…] de progreso y bienestar. Defender la significatividad del concepto empresa, desde el pequeño comerciante hasta un consorcio multinacional.. Si no existen negocios prósperos, innovadores, ágiles, en un […]
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