¡Qué interesante es el intercambio de puntos de vista sobre la sostenibilidad entre estudiantes universitarios de diferentes casas de estudio! Y, más aún, si residen en ambos lados del Atlántico. 

Gracias a la alianza entre la Universidad CEU San Pablo, Madrid, y la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, profesoras de las cátedras Gestión de Marcas y de Responsabilidad Social y Sostenibilidad, respectivamente, durante el año 2023 tuvimos la oportunidad de ejecutar un proyecto conjunto con nuestros estudiantes bajo la metodología COIL (Collaborative Online International Learning) (*). El desafío planteado fue concreto: los jóvenes debían integrarse en equipos de trabajo binacionales y crear una marca con propósito, alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El hipotético negocio tendría que ser replicable, capaz de adaptarse tanto al entorno español y al venezolano.

Durante varias semanas ambas docentes seguimos de cerca el intercambio entre jóvenes que no se conocían, que debían encarar sus diferencias culturales, agendas personales y compromisos de estudio, así como horarios distintos. Y la dinámica conversacional pudo progresar, aportándose uno y otro lado. Para algunos ya era familiar o al menos conocido, el significado de la responsabilidad social como elemento cada vez más relevante y dinámico en la gestión del vínculo entre las empresas y sus grupos de interés. Pero para otros no tanto, o casi nada. Así que entre los equipos se fue gestando un proceso particular de concebir negocios y su impacto en dimensiones más allá de la financiera o netamente comercial, como la social y la ambiental.

La experiencia en si fue interesante, porque llevó a la práctica la vivencia de la globalidad y la multiculturalidad, característica relevante en el mundo laboral de hoy.

Y también mostró cómo las personas, coordinadas e integradas, son capaces de crear y de proponer marcas que agreguen valor, así como de abordar retos intrínsecos a la Agenda 2030. Las profesoras observamos que hubo ingenio suficiente para identificar necesidades del consumidor y formular productos o servicios basados en la eco-eficiencia, con criterios de rentabilidad. Hubo propuestas en materia de moda inclusiva, por ejemplo, o de turismo con afición en deportes acuáticos con cuidado del ambiente.

Vislumbro un amplio y enriquecedor campo de aprendizaje con este tipo de experiencias. Estas, aunadas a la disciplina del aula, pueden impulsar un tejido juvenil multicultural con visión de corresponsabilidad global y sostenibilidad. Algunas palabras de los estudiantes así lo reflejaron:

¨Ha sido una de las mejores prácticas que hemos hecho, ya que nos permitió trabajar con personas que por su cultura son diferentes a nosotros pero que a la vez tienen nuestros mismos intereses¨.

¨Esta experiencia me ayudó a conocer a nuevas personas, puntos de vista y rutinas. De la misma manera, me enseñó a convivir y a utilizar estrategias adecuadas para las condiciones de trabajo colaborativo¨

¨En un mundo cada vez más globalizado y consciente de los problemas sociales y ambientales, las empresas tienen un papel fundamental en la construcción de un futuro sostenible. Aprender sobre la responsabilidad social empresarial me permitió reflexionar sobre cómo las decisiones y acciones de las organizaciones pueden generar un impacto significativo en las comunidades en las que operan¨.

De esta manera la comprensión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y su incorporación a las estrategias de negocio, y más aún, la conexión con los criterios ESG deja de ser algo abstracto para pasar a lo práctico, y con tono de interculturalidad.

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